miércoles, 20 de enero de 2010

EL MERCADO LIBRE REGULADO

 
Cuando los medios de comunicación nos invaden con noticias de economía, de finanzas o de la archirepetida crisis global, así como del tiempo que tardaremos en salir de ella, parece como si el tiempo corriese a favor de la miseria, el desempleo, y la destrucción paulatina de la sociedad. Puede existir un verdadero ranking de noticias negativas a este respecto. Pero, mientras tanto, en la economía occidental parece que vivimos para “pagar”.

Dependemos tanto del dinero y del actual sistema económico, del que hasta ahora parecía infalible método de la economía de mercado, que a veces no queremos ver lo que ocurre en otras partes del planeta, en los que, desgraciadamente, el mero hecho de nacer, ya parece ser una condena.

Hace años la sociedad se percató, de que un régimen económico de máximo control e intervención por el estado político, no era positivo para sus miembros, creando pobreza y estancamiento social. Ahora, en la actualidad, percibimos que el liberalismo salvaje de la economía de mercado, crea riqueza pero también la destruye, provoca desigualdades, y depende tanto del flujo de dinero, que parece como si la sociedad estuviese “abducida” sin ser capaz de idear otras alternativas para lograr el bienestar de sus ciudadanos.

Para los defensores del mercado libre a cualquier precio y la consiguiente nula intervención del Estado en la economía, la actual crisis financiera ha supuesto otro revés a sus planteamientos ultraliberales. El mercado equilibra las necesidades de oferta y demanda y pone precio al producto. Facilita el comercio, el desarrollo, y la vida de los ciudadanos. Pero llegados a este punto es necesario preguntarse: ¿existe el verdadero mercado libre? Pues no, no existe. Actualmente cualquier mercado está, o intervenido o manipulado. Cuando decimos intervenido queremos decir regulado por el Estado, administrativamente, legalmente. Pero cuando es manipulado, lo está por los grupos de interés en cuestión, bien mediante el acceso a información privilegiada; alterando comercialmente un producto; provocando una demanda desmesurada con información falsa, o bien por cualquier otro medio que repercuta positivamente en sus beneficios. Eso de que el mercado se regula solo…, es el argumento de quien lo manipula.

Al final de la segunda guerra mundial, y obligado por las circunstancias tan excepcionales en las que se encontraba el país, la economía británica optó por la nacionalización de sus empresas y actividades más significativas para el Estado. Comenzó de alguna manera una economía mixta, en alternancia con la economía de mercado, que poco a poco fue extendiéndose por la Europa de la postguerra, a excepción, lógicamente, de los países y territorios bajo la influencia soviética. Al final, en la Europa occidental, cada uno de los países terminó por adoptar sistemas con cierta regulación, especialmente de sectores estratégicos.

Actualmente, la asunción de un sistema económico basado en el Mercado Libre Regulado, parecería una alternativa cierta para el sostenimiento y desarrollo de una sociedad más justa y equilibrada. Con este esquema, el mercado sigue siendo libre en sus actuaciones de oferta y demanda, pero una vez superadas las necesidades básicas de los ciudadanos. Esto quiere decir, que el Estado tiene que intervenir “regulando el mercado”, para equilibrar las fuerzas entre oferentes y demandantes, y evita, que el resultado de la transacción no sea abusivo para ninguna de las partes cuando se trata de satisfacer necesidades básicas de los ciudadanos.

Si hacemos un somero repaso a los sectores económicos de nuestro país, podemos observar algunos ejemplos de este sistema. Así el mercado de trabajo está regulado con unas condiciones mínimas de contratación de trabajadores y salarios; El sector energético mantiene precios máximos; la vivienda de protección oficial mantiene su nivel de precios y calidades, etc. Pero por el contrario, para el sector que se ha querido hacer más imprescindible, dentro de nuestro actual sistema económico, cual es el sector financiero, no existe regulación que equilibre ese poder entre oferente y demandante de recursos. No solo eso, sino que además, los demandantes de recursos financieros, o contribuyentes, tienen que hacer frente de manera colectiva a través del Estado, a paliar la difícil situación de algunas entidades financieras. Claramente, en este sector, el equilibrio no está garantizado.

Si concebimos nuestra sociedad occidental, como una congregación de ciudadanos dirigida a la consecución del bienestar social individual y colectivo, mediante el conocimiento, el progreso y el desarrollo de la misma, estaremos de acuerdo en que sus integrantes tienen unas necesidades básicas que satisfacer. En este sentido la economía de mercado libre regulado, ha de tratar de garantizar que tales necesidades mínimas son satisfechas, sin la existencia de un comportamiento abusivo por ninguna de las partes que componen el mercado.

En nuestro entorno occidental, satisfacer necesidades básicas de los ciudadanos sería tener regulado al menos lo siguiente:  la alimentación, sanidad, educación, empleo, pensiones, transportes, vivienda, energía, comunicaciones, y por supuesto..., financiación. Faltaría definir consensuadamente la unidad, cuantía, o valor de esas necesidades básicas, puesto que en cada momento histórico o lugar pueden ser distintas. Por el contrario, cualquier actuación por encima de estas necesidades básicas, podría estar sujeta al mercado libre puro y duro, y sus ofertantes y demandantes de bienes o servicios, deberían estar dispuestos a aceptar el precio que el citado mercado refleje.

No puede concebirse una sociedad, cuya mayoría de ciudadanos no tenga cubiertas sus necesidades básicas, y esté sujeta al albedrío de quien desde una posición de fuerza, domina e influye en un mercado, y somete a sus designios a todos sus integrantes, a favor de los propios intereses, mediante la especulación o el sobreprecio. Si dentro de los objetivos de algún sector influyente o no, se encuentra el sobreprecio o la especulación, podría hacerlo, si sus clientes se lo permiten, en el mercado libre y no en el regulado. 


Ésta regulación permitiría equilibrar a un precio justo y razonable en el acceso a las necesidades básicas de los ciudadanos, quienes a su vez, podrían acudir al mercado libre y aceptar su precio correspondiente, si su deseo es hacer acopio de bienes o servicios por encima de esas necesidades mínimas.

Las empresas y emprendedores podrían obtener rentabilidad sostenida en el tiempo si quieren acceder a este mercado, ciertamente el más numeroso y seguro, y con visión a medio y largo plazo. El empleo sería estable y sólido, no sujeto a los avatares de empresas gestionadas por personas irresponsables, cuyo único objetivo es la búsqueda de resultados económicos a cortísimo plazo, y a costa de cualquier cosa. Y por último, la recaudación de impuestos y su posterior redistribución por el Estado estaría garantizada. Sería volver a la economía productiva.

Cualquier cambio social supone esfuerzos y recursos, pero pueden existir otros modelos de sistemas económicos, para facilitar la vida a los ciudadanos estén donde estén en cualquier lugar del planeta. Si bien, en otros puntos del globo parece necesaria una verdadera voluntad de cambio político para acometer este objetivo, parece mucho más fácil en nuestro entorno ccidental. Es cuestión de tener voluntad de cambio, y adoptar otras alternativas de sistema  socioecónomico.